Caería una tormenta que arrastraría rencores, limpiaría calles, barrería medias sonrisas y hablaría de tú a las fachadas de una ciudad que sufría los efectos de demasiados días sin lluvia.
Con la garganta seca, necesitada de aquello que lubrica deseos contradictorios…
El agua amorosa que ya llovía por todas partes, limpiando, arrastrando papeles en su pasar. Practicaba un sexo sucio con las tapas de las cloacas, haciendo sonrojarse a una niña a la cual la cascada de gotas de fiesta, como confetti loco y líquido, había sorprendido en medio de la calle.
Fragmento del texto “Caería una tormenta”
Anna Tamayo